domingo, 3 de junio de 2018

La siesta






Hoy el tiempo pasa mas rápido, terminamos de almorzar, y casi sin notarlo pasa la tarde, la siesta como se dice en el campo y se va el día.
Casi sin darnos cuenta el día se nos va como arena entre los dedos y no notamos como el calendario se mueve a pasos agigantados y llegamos enseguida a fin de año. Otro año mas.
Me parece o en mi niñez era todo mas largo, el día duraba mas, la tarde era una interminable cantidad de horas de siesta que a veces teníamos si o si, que hacer o muchas veces usábamos para
jugar, travesiar como dirían nuestras madres. Tengo unas siestas muy gravadas en mi memoria, cuando tenia 7 y 8 años y viví un tiempo en la casa de mi tía en Flores, porque mi mamá trabajaba y no me podía quedar sola en casa.
Entonces no se como arreglaron mi mama y su hermana y de lunes a viernes me quedaba en su casa, primero fui al colegio de las monjas de la vuelta, luego el otro año con mi prima al colegio de al lado, donde mi tía trabajaba de portera, en realidad auxiliar como se la llama ahora.
Yo jugaba con mi prima que tenia un año mas que yo, y la verdad que fue uno de los años de mi infancia que mas recuerdo con cariño.
Empezábamos a la mañana comprando el pan a las señoritas de al lado, ellas nos daban caramelos o algo por nuestros servicios, y nos daban una bolsita con tela de mantel, la recuerdo azul, no se si mi memoria me juega una mala pasada. Íbamos a la panadería de la otra cuadra, comprábamos el pan
y una docena de churros o media, por ahí una docena era mucho, y dábamos vueltas manzana hasta que terminábamos los churros y volvíamos a casa.
Nunca comí churros mas ricos que en esa panadería, me parecía que en el interior de la masa  tenían esencia de vainilla, los recuerdo así, o quizás la infancia hace que los olores y los sabores sean mas fuertes o mejores, vaya a saber uno.
Tomábamos la leche y a la tarde íbamos al colegio que quedaba al lado..esos recuerdos merecen otro capitulo porque fue una experiencia maravillosa, nuestros juegos en el colegio de al lado, así lo llamábamos.
Cuando no íbamos al colegio, la  tarde era para hacer bizcochos o algo con lo que encontrábamos en la alacena de la cocina y la mayoría de las veces nos faltaba algún ingrediente. La verdad que siempre fuimos humildes, pero eramos muy felices.
Si necesitábamos algo recorríamos cada centímetro del piso de la pieza de mi tía buscando monedas que seguro siempre se le caían, a mi tío, el negro, como lo llamábamos. Nuestro botín a veces era importante, otras no pero siempre algo encontrábamos, tanto en los pliegues del piso de madera como en los bolsillos.
Mi vida en la casa de mi tía fue importante para mi, amaba profundamente a todos mis primos...con mi prima eramos inseparables. Como yo decía eran como mis hermanos... Eramos, tiempo pasado.

Namaste
Cris Carbone

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